Profanando por un momento el terreno de la física, podríamos decir que el sonido es la propagación de ondas mecánicas producidas por la vibración de un cuerpo a través un medio elástico, que es aquél que permite el paso de una onda, comprimiéndose y dilatándose, para recuperar finalmente su estructura original.
El sonido audible por el oído humano (es el que tiene un rango de frecuencia de entre 20 y 20.000 Hercios) está compuesto por ondas sonoras y acústicas que se producen por la oscilación de la presión del aire. Estas ondas son percibidas por el oído y transmitidas al cerebro para su posterior interpretación. Dentro de este rango, podemos discernir entre sonidos agudos (con frecuencias de entre 2.000 y 20.000 Hz.), sonidos graves (entre 20 y 250 Hz.) y sonidos medios, como las voces humanas, que oscilan entre los 250 y los 2.000 Hz.
También podemos diferenciar sonidos en base a otras características, como el timbre, la intensidad o la duración. Todos estos elementos interactúan entre sí para definir la textura de sonido de una producción audiovisual, y son los que nos permiten diferenciar los sonidos de, por ejemplo, las voces de los personajes de una película.
Hoy en día nadie discute la importancia del sonido dentro del ámbito de la comunicación audiovisual. Sin embargo, en sus inicios, el cine sonoro fue objeto de muchas críticas, pues se consideraba innecesario y contraproducente. Esto fue debido a las dificultades que, al principio, se experimentaban al intentar sincronizar imagen y sonido por la precariedad de los medios tecnológicos existentes. En consecuencia, aunque la primera proyección pública se llevó a cabo en el año 1900, en París, no fue hasta 1927 cuando se lanzó El cantante de jazz, el primer largometraje comercial con sonido y diálogos sincronizados.
Desde entonces y hasta nuestros días, son muchas las películas que destacan por incorporar unas extraordinarias e icónicas bandas sonoras, como por ejemplo: Ciudadano Kane (1941), 2001: Odisea en el Espacio (1968), Star Wars (1977), El último mohicano (1992), Jurassic Park (1993), Matrix (1999), Gladiator (2000), El Señor de los Anillos (2001), Piratas del Caribe (2003), Whiplash (2014) o Interstellar (2014).
Pero no solo destacan por sus maravillosas bandas sonoras, sino también por sus conseguidos efectos sonoros y por la forma en la que se obtienen. ¿Sabías que el sonido que hace el sable de luz de Star Wars cuando se activa, se creó al grabar la retroalimentación del micrófono de un televisor de tubo? ¿O que para crear el sonido de la eclosión del Velociraptor de Jurassic Park, utilizaron un cono de helado? A este tipo de efectos de sonido, agregados en postproducción para buscar un mayor realismo y naturalidad para realzar así el resultado final, se les llama sonidos Foley.
En definitiva, todas las películas antes enumeradas se caracterizan por haber trabajado con maestría las llamadas dimensiones del sonido, entre las que encontramos la fidelidad del sonido a la imagen que vemos en pantalla para generar credibilidad. Otra dimensión importante es el ritmo auditivo, que debe concordar con el visual pero también permite buscar contrastes para crear efectos inesperados. Además, el sonido tiene una dimensión espacial, pues la fuente puede encontrarse en los elementos que vemos en pantalla (sonido diegético), o puede proceder de una fuente totalmente externa a lo que se nos muestra (sonido no diegético). Tampoco podemos olvidar la dimensión temporal, ya que el tiempo del sonido cinematográfico puede concordar con la imagen, oyéndolo mientras visualizamos la fuente (sonido sincrónico), o no corresponderse con lo que vemos (sonido asincrónico), pudiendo pertenecer a objetos o personas que se encuentran fuera del campo de la cámara.
Y, finalmente, tenemos la dimensión emocional, que depende en gran medida de la banda sonora. La música es fundamental para transmitir los estados emocionales del relato, evocando alegría, tristeza, dolor, miedo o placer. Existen bandas sonoras que han alcanzado un éxito mayor que la propia película a la que pertenecen, a cargo de grandes compositores como John Williams, Hans Zimmer, Ennio Morricone, Howard Shore o Jerry Goldsmith.
En resumen, a día de hoy es complicado sumergirse en un vídeo si no va acompañado de audio. El sonido es el encargado de generar un ambiente adecuado que incite al espectador a continuar viendo el vídeo, que ayude a captar su atención y a generar interacción con él. Además, crea sensaciones diferentes que contribuyen a que el vídeo sea recordado y ayuda a completar y a aclarar cualquier mensaje visual.
La realidad es que, cuando el audio es defectuoso o de mala calidad, es capaz de arruinar productos audiovisuales al completo. Y es que solo damos la importancia que merece el sonido cuando nos falla. Vamos a comprobarlo en el siguiente vídeo:
En el proceso de planificación, creación y ensamblaje de los distintos elementos de una producción audiovisual participan varias personas. Entre los cargos más relevantes encontramos los siguientes:
En definitiva, trabajar en el sonido de una producción ofrece un mundo de posibilidades a los profesionales de la comunicación audiovisual, al ser un componente integral en la mayoría de sectores. Además, tiene un papel trascendental a la hora de describir los elementos importantes de la trama, de intensificar las emociones que transmiten las imágenes, y de dotar de herramientas al espectador para que comprenda mejor la esencia de una obra.
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